“Lastimosamente la gente antes de hacer una denuncia por algo, prefieren acudir a los servicios del sicariato. Se hizo costumbre acá en la frontera. En el caso del menor de 14 años, todo comenzó en el interior de un colegio en Ponta Porã. La víctima se peleó con otro compañero” , señaló el comisario General Ignacio Rodríguez, director de la Policía de Amambay.

El mismo graficó así la relidad fronteriza de esa zona del país, en donde la contratación de matones ya no solo es por parte de grupos mafiosos, sino que la “onda” también es asumida por gente “corriente” intoxicada con la criminal metodología.

Tan solo en Amambay, de enero hasta ahora, se cometieron 134 asesinatos por encargo. En el 90 por ciento de los casos, según registros de periodistas de la zona, los crímenes por encargo no son resueltos.

En esa zona fronteriza del país es vox populi que los “honorarios” de sicarios (habitualmente accionan entre dos, en moto) van desde cinco millones de guaranies para adelante, dependiendo del “estatus” de la víctima, y de la peligrosidad de la misión.