El informe, ‘Puntos clave sobre la sequía en el mundo entre 2023 y 2025’ (Drought Hotspots Around the World 2023-2025), se presentó en el marco de la celebración de la Cuarta Conferencia Internacional sobre Financiación en Desarrollo organizada por Naciones Unidas.
El documento ha sido elaborado por el Centro Nacional de Mitigación de Sequías de Estados Unidos (NDMC), por sus siglas en inglés) y la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD), con el apoyo de la Alianza Internacional para la Resiliencia a la Sequía (IDRA)
El estudio recopila información procedente de cientos de fuentes gubernamentales, científicas y de los medios de comunicación para remarcar las repercusiones en los focos de sequía más agudos de África (Somalia, Etiopía, Zimbabue, Zambia, Malawi, Botsuana, Namibia), el Mediterráneo (España, Marruecos, Turquía), América Latina (Panamá y cuenca del Amazonas), o el Sudeste Asiático, entre otros.
Paula Guastello, autora principal del estudio e investigadora de impactos de la sequía del NDMC, apunta a las mujeres, niñas y ancianos como los más afectados. Por ello, dice, “a medida que se intensifican las sequías, es fundamental que trabajemos juntos a escala mundial para proteger a las personas y los ecosistemas más vulnerables y reevaluar si nuestras prácticas actuales de uso del agua son sostenibles en el cambiante mundo actual”.
Fomentar la cooperación
El secretario ejecutivo de la CNULD, Ibrahim Thiaw, asegura que “la sequía es la nueva normalidad para la que tenemos que estar preparados”, porque “es una asesina silenciosa; entra sigilosamente, agota los recursos, devasta vidas a cámara lenta y sus cicatrices son profundas”.
“La sequía ya no es una amenaza lejana”, afirma y recuerda que “está aquí, va en aumento y exige una cooperación mundial urgente, porque cuando la energía, los alimentos y el agua desaparecen a la vez, las sociedades empiezan a desmoronarse”.
Países del Mediterráneo
El climatólogo, coautor del informe y director fundador del NDMC, Mark Svoboda, sostiene que “no se trata de un periodo de sequía, se trata de una catástrofe mundial de evolución lenta”, y afirma que “ningún país, independientemente de su riqueza o capacidad, puede permitirse ser complaciente”.
“Los países mediterráneos representan a los canarios en la mina de carbón para todas las economías modernas”, explica y afirma que “las luchas de España, Marruecos y Turquía para asegurar el agua, los alimentos y la energía en una sequía persistente ofrecen un anticipo del futuro del agua bajo un calentamiento global descontrolado”.
Según el informe, la inversión española en infraestructuras de regadío y agua alcanza más de 22.840 millones de euros.
Entre 2023 y 2024, la sequía dejó en mínimos la cuenca del río Amazonas interrumpió el suministro de agua potable en amplias zonas y el transporte para cientos de miles de personas y provocó la muerte de miles de peces y delfines en peligro de extinción.
La sequía también provocó el descenso del nivel del agua en el Canal de Panamá y causó la reducción en más de un tercio el tránsito de barcos, provocando “importantes perturbaciones en el comercio mundial”.
En Somalia murieron 43.000 personas en 2022 debido al hambre vinculada a la sequía, una situación de inseguridad alimentaria que sigue creciendo y se prevé que alcance niveles de emergencia; además, 68 millones de personas necesitan ayuda alimentaria en África Austral y 23 millones padecen hambre aguda en África Oriental.
sugerencias
Para afrontar los episodios de sequía, los autores reclaman mayores y urgentes inversiones para la creación de sistemas de alerta temprana más sólidos y la vigilancia en tiempo real de este fenómeno y sus efectos, incluidas las condiciones que contribuyen a la inseguridad alimentaria e hídrica
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