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2022-08-12
El ELN y el Gobierno de Colombia: una historia que no está condenada a repetirse
La propuesta de Paz Total con los actores armados, elevada por el presidente, llega en un momento en el que se espera negociar con distintos grupos. El ELN podría ser la piedra angular de las conversaciones de paz.

Durante su discurso de posesión el 7 de agosto, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, hizo de nuevo un llamado a los grupos armados del país a “dejar las armas”. Una bandera que ha sostenido desde que inició su campaña presidencial y que reforzó una vez que fue elegido presidente.

De acuerdo con las palabras del mandatario en varias entrevistas, habrá un “cese al fuego, que será bilateral” para lograr que “se acabe la guerra en Colombia” con grupos como el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el principal reto en términos de seguridad que enfrenta el nuevo gobierno, entre otros. Una “Paz Total”, como él mismo ha llamado a lo que sería su propuesta.

A finales de junio, y tras conocerse los resultados electorales que dieron como ganador a Petro, el grupo publicó un comunicado en el que anunciaba su “plena disposición para un proceso de paz”. No obstante, el mensaje señalaba que el nuevo gobierno debía atender asuntos como la sustitución de cultivos, la participación política y el modelo económico, en aras de avanzar con las conversaciones.

Aunque las cartas están sobre la mesa, y parece que tanto el gobierno entrante como los grupos ilegales se perfilan hacia una conversación exploratoria de paz, vale la pena esperar a materializar los primeros avances, pues la historia de paz con el ELN siempre ha terminado por fracasar.

Aquí, InSight Crime recoge los anteriores procesos de paz con la guerrilla más antigua del continente y las razones por las cuales han cesado:

El ave Fénix guerrillero

Entre agosto y octubre de 1973, y tras casi una década de existencia, el Ejército de Liberación Nacional padeció la Operación Anorí, ejecutada por la Fuerza Pública en el departamento de Antioquia, luego de que el grupo se ocultara en la región tras varios embates sufridos.

La operación dejó a varios de sus cabecillas capturados y otros asesinados, entre ellos Manuel y Antonio Vásquez Castaño, fundadores del grupo. Con pocos hombres en filas y cercados por el Ejército, el ELN propuso entregarse a cambio de una amnistía, como recogió El Tiempo.  

Aunque el entonces presidente, Alfonso López Michelsen, envió una delegación para la entrega de los guerrilleros, el grupo nunca se presentó, señalando que no había garantías para hacerlo. Aunque estaban más disminuidos que nunca, el ELN se reagrupó y sentó sus bases de nuevo, resurgiendo durante el final de los años setenta y ochenta.

Una agrupación de guerrillas y un ataque cardiaco

El 3 de junio de 1990, durante el gobierno de César Gaviria, llegó otro intento de diálogos de paz. Esta vez con la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, un bloque integrado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el ELN y una disidencia del Ejército Popular de Liberación (EPL), que buscaba entablar una vía para un proceso de paz con el gobierno.

Los diálogos tuvieron lugar en Caracas, Venezuela. Durante 1992, y tras un intento de golpe de Estado por parte de Hugo Chávez, la mesa de diálogo se trasladó a Tlaxcala, México. Finalmente, el diálogo se levantó tras la muerte del exministro Argelino Durán Quintero, quien sufrió un infarto mientras se encontraba secuestrado por el EPL.

La muerte de Durán erosionó el proceso y lo llevó a su fin, dejando en el aire los vientos de paz que se respiraban.

La época de oro del ELN

Entre 1994 y 2010, tres mandatorios distintos: Ernesto Samper, Andrés Pastrana y Álvaro Uribe, intentaron dialogar con el ELN.

En la administración de Ernesto Samper (1994-1998), la guerrilla tuvo pocos acercamientos con el gobierno, aunque hubo esfuerzos por parte del presidente para iniciar conversaciones. La masacre de Machuca, en el departamento de Antioquia en 1998, en la que el grupo dinamitó un oleoducto y terminó por matar a decenas de personas, cerró la posibilidad de avanzar.

En 1998, el entonces presidente Andrés Pastrana decidió continuar con los diálogos y, al igual que hizo con la guerrilla de las FARC, propuso desmilitarizar una zona del país para adelantar los encuentros con el ELN. Sin embargo, los habitantes de la región se negaron por el miedo a que el grupo se pudiera expandir en la zona. Probablemente la historia les habría dado la razón, pues la misma estrategia se utilizó con las FARC y terminó por dejarlos fortalecidos.

Finalmente, el gobierno de Álvaro Uribe autorizó en dos ocasiones acercamientos con el ELN para iniciar un acuerdo de paz, según información de El Tiempo. Las gestiones se habrían hecho en La Habana, y aunque hubo participación de otros gobiernos, nunca llegó a concretarse.

La época quedó marcada por el poder que tanto las FARC como el ELN ostentaban. Un poder que les permitió decidir sobre las voluntades de paz e, incluso, negarse a negociar con los gobiernos de turno.

Dos presidentes y un carro bomba

Tras varios intentos fallidos de otras administraciones, el gobierno de Juan Manuel Santos logró establecer un acuerdo de paz con las FARC. El marco de este acuerdo también abrió la ventana para que el ELN siguiera los pasos de esa guerrilla.

Los diálogos iniciaron en febrero de 2017 en Quito, Ecuador, y estuvieron atravesados por ataques entre el grupo guerrillero y la Fuerza Pública en suelo colombiano. Sin embargo, el acuerdo con las FARC se llevó toda la atención, y al cierre del mandato de Santos, los diálogos ente el ELN y el gobierno no habían concluido.

Iván Duque Márquez asumió la presidencia en el 2018 y las dudas sobre si continuaría con las conversaciones de paz se evidenciaron desde su discurso de posesión. Con la incertidumbre en el aire, el ELN de nuevo puso fin al proceso tras estrellar un carro bomba contra la escuela de cadetes de policía más importante del país en enero de 2019. Desde entonces, no existe ningún tipo de acercamiento oficial entre el gobierno y el grupo guerrillero.

¿El ELN de nuevo a la mesa?

La propuesta del presidente Gustavo Petro toma cada vez más forma. La Iglesia, como institución, se ha ofrecido para establecer conexiones, y el grupo ya ha mencionado su voluntad de una nueva mesa. Incluso, el comandante del ELN, alias “Antonio García”, ha dicho que el grupo “jamás ha puesto condiciones” para las conversaciones de paz.

Sin embargo, han sido muchas las conversaciones y pocos los resultados. La estructura del ELN como guerrilla ha sido, en parte, la causa de que algunos procesos no llegaran a buen término.

A pesar de tener un Comando Central, máximo órgano de decisión, su naturaleza les permite a sus frentes cierta autodeterminación cuando se trata de actuar desde el campo bélico. El atentado a la escuela de cadetes y la masacre de Machuca son un ejemplo de ello.

Es posible señalar que en otros casos se ha tratado de diferencias políticas con los gobiernos: las conversaciones durante el gobierno de Andrés Pastrana en 1998 y de César Gaviria en 1990 dan cuenta de ello. No obstante, bajo la sombrilla del gobierno de Gaviria, grupos como el M-19, una guerrilla urbana, y una parte del EPL, se desmovilizaron en 1991. Aunque otros grupos pactaron, de nuevo el ELN se negó.

De hecho, Gustavo Petro hizo parte del M-19. Y él es la muestra de cómo los procesos de desmovilización han rendido frutos y han devuelto el carácter político a las luchas que una vez se consideraron por la vía armada.

La llegada de Petro es una forma de “superar el crucial problema de la exclusión política” que durante años han cargado las guerrillas, según apunta para Infobae el investigador León Valencia, director de la Fundación Paz y Reconciliación.

“La inclusión de las izquierdas y los movimientos sociales en el poder despoja a la violencia de su carácter político”, señala Valencia, y agrega que “hacia adelante, solo queda el abismo de la disputa por las rentas legales e ilegales”.

Es probable que el ELN se encuentre ante una posibilidad histórica de buscar otra vía. Quien será uno de sus interlocutores, el actual presidente de Colombia, Gustavo Petro, hizo lo mismo hace un poco más de 30 años. Solo resta esperar que el grupo no repita su historia y el país quede condenado a sufrirla otra vez.




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