Miles de personas volvieron a Caacupé después de no haberlo podido hacer el año pasado a causa de la pandemia. El padre Miguel Fritz tuvo a su cargo el rito del inicio del novenario y centró sus críticas a los violentos desalojos a las comunidades indígenas y campesinas.

La pandemia del Covid-19 permitió que muchos vicios y malas prácticas continúen y mucha gente se aprovechó de esta situación, dijo el cura, quien afirmó que “no es de sorprender que también queda y empeora el drama de los desalojos, porque el hambre de tierra de parte de los agroempresarios es insaciable. Da pena y vergüenza que tenemos que volver a mencionar año tras año que los indígenas y campesinos son despojados de su tierra, desalojados muchas veces sin piedad y con violencia”.

“Es llamativo que cientos de policías estén para desalojos, mientras que en barrios urbanos la gente clama por un poco más de seguridad. Tantas manifestaciones que expresan malestar sobre el gobierno invocan a preguntar: ¿Quiénes manejan realmente nuestro querido Paraguay?”, añadió Fritz, sacerdote reconocido por su lucha por los derechos de las comunidades indígenas.

Criticó la promulgación de la ley que aumenta las penas para los invasores de tierra, y que “se presta a criminalizar a indígenas como a campesinos que luchan por su derecho por un pedazo de tierra, bajo el pretexto de la protección de la propiedad privada”.

“Y para los que opinan que los indígenas ya tienen más tierras de lo que necesitan, se ha dicho que (tienen) más de 1 millón de hectáreas. Sin embargo, todos los indígenas del Paraguay tienen 150.000 hectáreas, no disponen ni siquiera del 3% del territorio nacional, o sea lejos de lo que sería su derecho según la Constitución, mientras que 2.000 personas en nuestro país son dueñas de 30 millones de hectáreas”, añadió el sacerdote.