Una escena de absoluta negligencia ambiental se despliega en la calle Paseo del Yacht casi Lapacho Amarillo, en Lambaré. Allí, una larga hilera de tambores repletos de pilas desechadas, focos fluorescentes y baterías ocupan casi una cuadra entera de la vereda, en un crudo desafío a las leyes y a la salud pública.
Algunos de estos recipientes presentan perforaciones y tapas faltantes, dejando expuestos los residuos oxidados y el crecimiento descontrolado de malezas. Con cada lluvia, los peligrosos desechos, que contienen metales pesados como el mercurio, hacen contacto con el agua, generando un líquido tóxico que se escurre pendiente abajo hasta desembocar en el cercano río Paraguay.
Esta alarmante acumulación se da frente a la fundación Itá Enramada, cuyo representante, Rubén Figueredo, promovió durante años una campaña de recolección de pilas con el objetivo de llevarlas a una empresa gestora de residuos peligrosos. Irónicamente, Figueredo fue procesado por la mala disposición de los desechos, pese a contar con el apoyo inicial de la Fiscalía de Delitos Ambientales y el Ministerio de Ambiente (Mades).
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