La reciente investigación de Harvard, si bien confirma algunas de las acusaciones de plagio, arroja dudas sobre la integridad académica de Gay y plantea dudas sobre los criterios de selección actuales para puestos de liderazgo en instituciones prestigiosas.

La Harvard Corporation, tras una investigación, concluyó que aunque las acciones de Gay no fueron imprudentes ni intencionales, eran lo suficientemente preocupantes como para justificar una revisión más amplia de su trabajo .

La renuncia de Claudine Gay a la presidencia de Harvard reavivó el debate sobre el plagio en el mundo académico. Randall Balmer, historiador y profesor de la Universidad de Dartmouth, dijo que si bien muchos fuera del mundo académico ven el plagio como un delito menor, causa graves daños a las víctimas. La práctica de utilizar ideas de otras personas sin atribución es un defecto grave en el mundo académico, donde las notas a pie de página son la infraestructura esencial del trabajo de investigación. Balmer subraya que “el plagio no es un delito sin víctimas” .

En un entorno donde el identitarismo está cada vez más presente, como se vio en el caso Claudine Gay, la investigación del plagio se vuelve aún más crítica, afectando potencialmente la confianza de la comunidad científica y académica en la institución y sus decisiones administrativas.

En artículos anteriores de O Antagonista , abordamos la renuncia de Gay y las implicaciones del identitarismo radical en el mundo académico ( " El decano de Harvard se va. El identitarismo radical continúa " , 03/01/2024). Gay, que fue la primera mujer negra y la segunda mujer en presidir la universidad, dimitió tras apenas 185 días en el cargo, en medio de acusaciones de plagio e inconsistencias en su producción intelectual, además de un desastroso testimonio ante el Congreso estadounidense sobre anti- Semitismo en el campus.

Otro artículo ( “ Un plagiario dirigiendo una universidad es como un ladrón dirigiendo a la policía” , 4/1/2024) exploró las repercusiones de la renuncia de Gay, destacando las controversias en torno a su carrera académica y las acusaciones de plagio. La expresidenta intentó defenderse en un artículo, afirmando que las críticas eran parte de una guerra más amplia contra la fe pública en las instituciones estadounidenses.