Mucho se ha hablado del buen papel de los equipos brasileños en este Mundial y de su capacidad para competir de tú a tú a los grandes de Europa.
Para los más ventajistas, el 0-2 del Bayern al Flamengo a los 10 minutos hablaba por sí solo de lo erróneo de esa afirmación. Cierto que los goles no llegaron por casualidad. Los alemanes aprendieron de su último partido, cuando salieron relajados y con varios suplentes, y no permitieron ni un respiro en ese arranque de octavos de final. La presión extenuante hizo que el Fla perdiera numerosos balones. En uno de ellos, que acabó en un córner lanzado por Kimmich, abrieron el marcador con un tanto en propia meta de Pulgar.
Lejos de conformarse, siguieron empujando, Upamecano robó una pelota que se quedó Kane, y éste se inventó un zurdazo que superó a Rossi. Máxima efectividad, imposible.
Pero a pesar del mazazo, los de Filipe Luís no se rindieron, que para eso quedaban 80 minutos por delante. Y hubieran reducido distancias si no es porque Neuer realizó la parada del Mundial a tiro de Luiz Araujo en el área pequeña. Colocación, reflejos, reacción, agilidad. Sencillamente brutal.
Lo intentó el valiente Flamengo, pero los europeos tiraron de experiencia, incluso cargándose de amarillas, para proteger su ventaja. Ya están en cuartos, donde reeditarán su rivalidad con el PSG.
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